
La Profesora Emérita de la Universidad de Linköping, Suecia, experta en Estudios de Género, visitó Chile para participar del Congreso Futuro y para exponer en nuestro plantel, sobre su investigación “La muerte y el duelo desde perspectivas decoloniales y eco-críticas queer-feministas”. En la siguiente entrevista, la experta advirtió: “Es enormemente importante institucionalizar los estudios de género”, poniendo énfasis en que los planteles no sólo deben dirigir sus esfuerzos a la creación de espacios seguros y el abordaje de la violencia sexual, sino también es necesario que desarrollen planes educativos con perspectiva de género.
Nina Lykke fue parte de la rebelión estudiantil de 1968 en Dinamarca, cuando estaba estudiando en la Universidad, y activista feminista socialista durante la década de los setenta. Ser parte estos movimientos masivos en Europa, le hicieron ver que “tener la perspectiva de una educación feminista dentro de las universidades es crucial para que las mujeres puedan desarrollarse de manera plena y significativa en la sociedad”, y se propuso trabajar para ello.
En 1999 comenzó a trabajar como profesora en la Unidad de Estudios de Género de la Universidad de Linköping, en Suecia, donde junto a otros 30 investigadores de la institución, fundaron la Red Queer Death Studies y la Red de investigación Eco-critical-Decolonial. Ambos departamentos han desarrollado programas de maestrías en estudios de género e interseccionalidad, y son reconocidos como parte de los departamentos de estudios feministas más grandes de dicho país.
En el marco de su visita a Chile, donde expuso sobre su trabajo y sus últimas investigaciones, la académica analizó la denominada “ola feminista” de 2018 en el país.
¿Qué piensas respecto a que en las calles y aulas de Chile haya surgido un movimiento social que apuntó a romper la estructura ideológica patriarcal en la sociedad chilena?
Creo que los estudios feministas tienen que tener este vínculo directo con el activismo, como se dio en las calles de Chile. Si no existe esta colisión y este trabajo, el feminismo pierde su esencia. Que el movimiento esté siendo protagonizado por estudiantes, académicas y trabajadoras es significativo, porque es un trabajo transgeneracional que es crucial, que da la posibilidad de trazar líneas y puntos de encuentro en las diferentes expresiones de violencia que existe hacia las mujeres según su edad, su sexualidad, su raza. Hay que mirar el movimiento social en las calles y escucharlo, hacerse parte y también, hacerse cargo.
¿Por qué es importante el aporte de los estudios de interseccionalidad al feminismo? ¿Cómo permite unificar y comprender las maneras en que el género se cruza con otras identidades?
Cuando hicimos feminismo socialista en la década de 1970, no se hablaba de interseccionalidad, sino que de género y clase. Las intersecciones eran parte del movimiento: existía el movimiento lésbico y el movimiento por los derechos civiles de los ciudadanos afroamericanos, por lo que las intersecciones entre género, clase y sexualidad ya estaban presentes.
El feminismo negro tuvo un impacto enorme en realzar el pensamiento interseccional en los estudios feministas, pues permitió comprender que hay personas que conviven con formas de discriminación y marginalización mucho más urgentes. Esta perspectiva es crucial, no sólo en los estudios de género, sino también dentro del activismo feminista, en el trabajo. Que en Chile haya sido un movimiento unificado entre generaciones, que incluya una perspectiva sobre las identidades de género y la clase, es algo realmente significativo para acelerar los avances.
Uno de los logros de estos movimientos fue la institucionalización de las políticas y protocolos contra el acoso sexual. La Universidad de Chile ha sido pionera en esta materia, y otras 22 universidades en el país están desarrollando acciones similares. ¿Qué otras medidas se pueden implementar en las instituciones de educación superior para asegurar igualdad de oportunidades, toma de decisiones equitativa y entornos seguros y libres de violencia?
Pienso que es necesario mirar las calles y ver qué exige la gente. Es enormemente importante institucionalizar los estudios de género. Las universidades no solo deben contar con planes sobre cómo crear espacios seguros y abordar el acoso y la violencia de manera adecuada, sino también implementar y desarrollar una educación feminista que sea reconocida por la universidad y que incluya una perspectiva de género crítica en todas las disciplinas y áreas de estudio.
No es suficiente decir “OK, esta es nuestra política”. Para este tipo de integraciones, puedo hablar sobre lo que se ha hecho en Suecia. En la Universidad de Linköping, donde trabajo, hay un cuerpo específico que se ocupa del acoso sexual, el racismo, y otros tipos de violencia en todas las intersecciones y esta medida es efectiva cuando está vinculada a un plan de educación feminista.
¿Qué pasa en Suecia respecto al movimiento feminista y los derechos de las mujeres? ¿Qué comparaciones podemos hacer con el movimiento feminista en Chile?
Por un lado, hay un alto nivel de igualdad en las políticas, al menos en el papel, pero creo que, por otra parte, también hay muchos problemas implícitos relacionados a la discriminación racial o de clase y, esto tiene que ver con la violencia simbólica. Siempre ha habido muchos problemas implícitos. #MeToo era un movimiento muy fuerte en Suecia. Hay políticas oficiales, hay partidos que se han definido como feministas, incluso el ex primer ministro se autodenominó como tal, por lo que a nivel superficial todo parece estar bien, pero creo que debajo de esa superficie hay más cosas que no se ven. Está relacionado con el sistema que estructura a la sociedad, que permite violencias implícitas hacia las mujeres.
El movimiento feminista también ha fortalecido los cuestionamientos hacia el patriarcado y la reproducción de los roles de género, y algunos otros aspectos relacionados con los fundamentos del neoliberalismo. ¿Qué piensas acerca de exigir no sólo la necesidad de tener una perspectiva de género, sino también lograr un cambio cultural en el que ya no existan las prácticas capitalistas-mercantiles de la sociedad?
Creo que es un problema que se origina con el capitalismo. El feminismo no sólo se refiere a la equidad en términos de sexualidad o educación, que es importante, sino también tiene que ver con las relaciones en todos los espacios entre el hombre y la mujer. Cuando aparece el capitalismo con todas sus leyes y prácticas, profundiza la división sexual del trabajo. La religión es importante también, porque junto a estas leyes capitalistas, producen esta desigualdad.
El género se disocia en temas, en espacios muy pequeños. Creo que el feminismo es el punto de partida para hacerse cargo de todos estos problemas. La división del trabajo tiene que ver con la segregación del espacio de la mujer al hogar, a los cuidados de la casa, fuera de la política, de las calles y de los espacios públicos. El feminismo es el punto de partida, ya que las relaciones equitativas, la igualdad, se darán cuando las prácticas culturales que mantienen a la mujer en este espacio privado, cambien.
¿Crees que, a partir de estos movimientos, en 2019 se consagre una mirada feminista en las formas de hacer política?
Totalmente. El feminismo no puede parar, tiene que consagrarse en la sociedad.